viernes, 4 de febrero de 2011

- Recuerdos -

Él la miró. Como miraría Romeo a Julieta, Tristán a Isolda, Marco Antonio a Cleopatra o Dante a Beatriz. Pero no osaba plantear cierta pregunta, de la que temía no encajar la respuesta.

- ¿Qué te ha ocurrido? - Y sus ojos titubeantes dejaron entrever, por primera vez en muchos años, miedo.

Habían estado juntos, prácticamente, toda una vida.
Recordaba, como si fuera ayer, la primera vez que la vio. Con su sonrisa, que anulaba cualquier posibilidad de fijarse en nada que no la concerniera. Y esos ojos, que devolvían el reflejo de una noche de luna llena, y que centelleaban a cada nota de la voz que emergía de sus labios. Los mismos labios que quiso besar casi en el instante en que la conoció.
Recordaba también su primer beso. El dulce aroma que desprendía su piel, y el tacto sedoso del cabello entre sus dedos. Los susurros secretos en su primera noche.
Por más que lo intentara, no conseguía olvidar el sabor amargo de cada despedida, ni los eternos minutos, convertidos en horas, que transcurrían hasta el próximo encuentro.
Y lo que no quería, por encima de cualquier cosa, era olvidarse del calor que le inundaba el corazón cada vez que la veía avanzar hacia él, con la sonrisa que le enamoró, y aligerando el paso demostrando, así, que las ansias de verle de nuevo no eran exclusivamente suyas.

- Dime algo...

Habían pasado muchos años desde entonces. La deslumbrante melena rubia había ido dejando paso a unos cabellos canosos, y el cutis de terciopelo se había convertido, inevitablemente, en rugoso con el tiempo. Pero las arrugas no disminuían ni un ápice su belleza. A sus ojos, ella seguía siendo tan perfecta como el día en que la conoció.
Y era consciente de que ella no permitiría que la vejez se interpusiera entre los dos. Por eso, no alcanzaba a comprender su silencio. “¡Contéstame!”, estuvo a punto de gritar. Pero jamás le había levantado la voz. Y ella jamás había hecho nada para merecerlo.

Así que se limitó a mirar su cuerpo, yaciente, inmóvil y frío, acolchado entre almohadas de fino algodón, a través de ese cristal ya empañado por sus lágrimas.


5 comentarios:

  1. 'Cutis de terciopelo'. Increíble.
    ¿Cómo lo haces? Permites al lector que saque el jugo de tu texto poco a poco. Es como degustar un plato de la alta cocina: mil sabores y mil texturas, pero un solo mensaje. Tú lo haces fácil e intenso a la vez. No pares de escribir.

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  2. Estoy con Galleta, no pares de escribir.

    Me es muy agradable poder meterme en estos pequeños relatos y poder saborear cada uno de los sentimientos que me transmitan, ya sean preciosos o amargos.

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  3. Hoy es miércoles. Que sea un buen día para ti, en el contexto adecuado.

    Te lo desea una voz que, a duras penas, a veces, le faltan palabras para suspirar.

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  4. A mi el final, tan sorpresivo, y tan delicadamente descrito, me ha encantado.

    También me gusta que juegues con el lector, con nosotros: nos describes cómo fue el amor de los protagonistas, nos hablas de ella a través de pequeños detalles, nos presentas a la mujer mientras nos dices '¿ves? Es perfecta, queredla vosotros también, encaprichaos, soñad con ella'... y al final nos la arrebatas, como le arrebatas a él su amor. Es sublime.

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  5. Galleta y Secretari de la Pluja, ¡¿cómo voy a dejar de escribir, con comentarios así?!

    La Voz, es que los miércoles son... Creo que un día les dedicaré un post, a estos días 'maravillosos' que parecen no terminar. Aunque primero, el que ya sabes.

    Aaron, me has pillado.

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